"Mientras más evitas los cambios, más dificultas el proceso de crecimiento en tu vida" Hoy amanecí filosófica. He estado pensando todos estos días en lo que los cambios significan para un ser humano, una cirugía estética, un divorcio, un cambio de trabajo (mi caso), un cambio de color y corte de cabello, la mudanza a otro país, con otro ritmo, otras costumbres, otro aire, la caída del cabello, un accidente incapacitante, la partida definitiva de un ser muy querído. La vida es dinámica y uno debe estar preparado para ello, pero a unos les cuesta más que a otros, quizás porque somos diferentes, con un ADN único e inimitable. El momento del cambio es, me imagino, como estar en el ojo de huracán, una aparente calma y sosiego mientras que alrededor todo vuela por los aires, y lo sabe quien lo vive. Todos los días, al acostarnos, nos pasa una película frenética de los momentos cumbres del "antes del cambio", para luego dejar llegar, tras los consabidos cortes comerciales la siguiente película del futuro incierto, con las típicas escenas del "qué pasa si me hubiese quedado tranquilo", "¿y si a fulano no le gusta?", "me han dicho que ese es un país hostil, ¿cómo me recibirá a mi?", "¿volveré a casarme?", "¿habrá alguien en este mundo que se atreva a vivir con una mujer que tiene ya dos hijos?", "todos me dijeron que zutano era un imbécil pero vaya forma de venir a darme cuenta, ¿y ahora?", "el corte de cabello me luce horrible, a juzgar por las miradas, ¿y ahora que hago?", "¿cómo voy a vivir mi vida sin mengano?, esta casa me queda muy grande, no podré con mis responsabilidades, ahora no tengo a nadie". Aqui, en esta hora, es cuando entra en juego la buena energía, los buenos pensamientos, el declarar a viva voz lo que se quiere. Ya lo decía un psicólogo amigo: "Tu palabra es tu poder". Entra en acción el pensamiento positivo. La buena vibra. La suerte, esa especie de "estar en el momento justo y en el lugar preciso". La esperanza, esa que nunca se pierde, ni siquiera en los momentos más difíciles. ¡Ah!, y una pequeña ayuda de mis amigos, esos incondicionales, los que siempre estan allí. Muy bien lo expresó una vez la comediante estadounidense Gilda Radner: "...algunas historias no tienen un claro comienzo, intermedio, ni final. La vida está en no saber, tener que cambiar, viviendo el momento, y sacando lo mejor de él, sin saber qué pasará despues...deliciosa ambiguedad". En esta vida nada es para siempre. Los cambios son inevitables. En busca de la seguridad —y por temor a la pérdida— nos podemos aferrar a situaciones o a personas… pero este es un intento que a la larga siempre resulta fallido. Y puesto que no todo está bajo nuestro control, se me antoja fundamental el saber aceptar y adaptarnos a estos cambios que nos presenta la vida. Sólo si asumimos estos aparentes caprichos del destino podemos volver a retomar nuestro poder personal, incluso con mayor libertad si comprendemos qué ha pasado, qué ha sucedido en lo profundo. En muchas ocasiones, los cambios nos liberan de ataduras, evidentes unas veces, invisibles otras. Son oportunidades para el crecimiento. Y es que… la vida es un viaje que puede ser fantástico si nos sentimos y permitimos ser viajeros y protagonistas de la misma.
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